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Fragmentos de nuestra historia – Parte 5
En la semana de nuestro aniversario queremos compartir con ustedes el relato de distintos momentos fundamentales de nuestra historia como pueblo. Lo haremos a través de fragmentos del libro “La memoria de mi pueblo”, escrito por nuestros vecinos Yolanda Gassmann y José Hermann, y publicado en el año 2011.
Desde la Municipalidad de Valle María queremos expresar nuestro agradecimiento a los autores de este libro. Valoramos su trabajo y su generosidad al compartirlo con toda la comunidad.
En el día de hoy disfrutaremos de la lectura de los fragmentos que nos describen el momento en que nuestros antepasados llegan al puerto de Diamante y se dirigen a la Colonia General Alvear.
DIAMANTE. El último puerto.
La comunidad de inmigrantes, después de permanecer 12 días en la ciudad de Buenos Aires, fue embarcada apresuradamente, un día domingo, cuando la mayoría había asistido a Misa, evitando de esa manera que les llegaran los informes favorables desde Brasil. Los dos cronistas de la época, Nicolás Gassmann y Pedro Salzmann, coinciden al describir las características del último tramo de su viaje por el río Paraná hasta Diamante en un viejo y destartalado barco a vapor que les hacía temer de morir ahogados. No tenía comodidades para tanta gente y la comida era escasa, al punto que tuvieron que hacer ayuno forzoso.
Mientras surcaban el río, alguien comentó, observando las costas de ambas márgenes, la semejanza con el Volga, una escarpada y con barrancas y la otra baja e inundable.
Así, mansamente y con lentitud, llegaron a Diamante, después de tres días de viaje. Ansiosos por ver la ciudad, lo único que se divisaba era una barranca de 200 metros de alto, casi cortada a pique y levemente arbolada, que les pareció en un principio, difícil de escalar.
El puerto era un simple embarcadero que permitió colocar una plataforma con barandas por donde descendió la gente.
Esperaban al contingente, un representante de la municipalidad y los funcionarios designados para la nueva colonia, que luego de los saludos correspondientes, ordenaron el traslado de los equipajes en carretas, mientras hombres, mujeres y niños, ascendieron a pie, por un empinado sendero en zigzag.
Para la administración de la colonia había sido designado el ex Mayor Navarro como Juez y Administrador, y como ayudantes a los señores Jacob Hatt, Georg Kreuzmann y N. Ballas, que desempeñaron un papel muy importante para la comunicación porque entendían y hablaban el idioma alemán. Georg Kreuzmann, aparentemente es el mismo señor Nast, que los abordó en el puerto de Buenos Aires y los acompañó a Diamante. (Pedro Salzmann siempre hace referencia a él como el Señor Nast, tal vez haya sido un apodo).
En esta ciudad permanecieron trece días, y los relatos de la época nos cuentan de la buena recepción que tuvieron y el buen trato que les dispensaron los habitantes locales, ofreciéndole albergue y comida, y destacan la tarea realizada por una familia González que vivía frente a la plaza, (actualmente hay una canción dedicada al inmigrante, de las Voces de Montiel, que la menciona). Esta familia, ofreció desinteresadamente todo tipo de ayuda, especialmente a mujeres y niños pequeños.
Los diamantinos se acercaban con curiosidad, porque un grupo tan numeroso llamaba la atención, y en su afán de comunicarse se creaban situaciones muy simpáticas mientras trataban de enseñarles algunas palabras del castellano. En estos días de compartir, fue cuando los alemanes viajeros, adoptaron la primera costumbre autóctona: el mate, que muy pronto reemplazó al té, al que estaban habituados en Rusia.
También provocó asombro ver, que todos los días desde su llegada, asistían todos a misa, para satisfacción del sacerdote, que veía complacido un aumento tan considerable de feligreses, y el entusiasmo fue mayor, cuando en la misa dominical, participó el coro, celebrando la misa cantada a varias voces. El buen trato que recibieron durante su estadía en la ciudad, tuvo como consecuencia, que mientras no tuvieron sacerdotes en la nueva colonia, peregrinaran todos los domingos hasta Diamante, para participar del oficio religioso.
Durante su permanencia, invitaron a algunos hombres a subir a la torre de la iglesia, para observar el entorno, y allí el señor Nast, promotor de la idea, les dio una clase de Geografía, describiendo las características y beneficios que les ofrecía su nueva patria.
Vista preliminar de la colonia
Desde la torre se tenía una amplia visión de la campiña, y Nast, con su elocuencia, explicó:
“…Mirando desde este punto alto, hacia el norte, se ve todo con amplitud, y hacia la derecha, hasta una distancia de 15 kilómetros, se ve entre leves ondulaciones, un hermoso valle. De esos campos y más allá aún, se divisan algunas estancias rodeadas de árboles. Esta amplia superficie está formada por una gruesa capa de humus, y constituye una de las regiones más ricas, fértiles y bendecidas de la República Argentina. Para el cultivo de trigo y lino, ninguna zona la supera.(…) Vean señores su nuevo reino y patria, aquí a nuestra izquierda, el amplio río Paraná, al que se puede comparar con el río Volga, junto al cual ustedes vivieron en Rusia, y que en muchos aspectos lo supera. Pocos ríos del mundo son más amplios en longitud; nace en Brasil, y en vez de dirigirse al mar, corre primero atravesando esa nación, después forma el límite entre Argentina y Paraguay, para luego terminar corriendo a lo largo de las provincias argentinas de Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, desaguando finalmente en el ancho Río de la Plata, grande como un mar, que se mezcla con el océano Atlántico. Tres cuartas partes de su curso es navegable, y una gran parte puede ser navegada por grandes transportes de ultramar, lo que es importantísimo para el comercio mundial. En los hechos, él forma la vía comercial más importante de la Argentina.
Vean como aquí también la naturaleza asocia lo agradable con lo útil, vean ustedes las innumerables islas que cubren el río, tapizadas con hermosas flores, bosques, y a veces, con hermosas praderas aptas para la ganadería. Estas islas se prestan ventajosamente para el cultivo de arroz, viñedos y hortalizas.
¿Ven ustedes a nuestra izquierda aquellos puntos blancos?, son las casas de Coronda, una pequeña ciudad de la provincia de Santa Fe. Esta ciudad dista a unas 24 horas desde aquí hasta la otra orilla del Paraná. Vean la cantidad de islas que hay entre esa ciudad y nosotros (…) Allá abajo, donde vemos la última línea de agua, está situada la ciudad de Rosario que pasamos cuando vinimos a Diamante. Allá se construirá un gran puerto para que puedan atracar grandes trasatlánticos y otro aquí en Diamante para que puedan cargar sus cosechas de trigo y transportarlas directamente a Europa. El gobierno proyecta también una zona portuaria para los barcos europeos aquí, frente a la nueva colonia General Alvear. Todo esto ahorrará grandes costos a favor de la producción nacional y, en primer lugar, en beneficio del colono. Realmente aquí encontraron la mejor colonia y la mejor salida para sus productos. Ahora vayamos a lo que nos interesa, conozcamos la nueva colonia. Vean allá a una distancia de media hora de viaje un profundo corte en el paisaje, es el medio profundo lecho del arroyo La Ensenada. Ahí comienza la futura colonia. (…) Aquí tenemos, un amplio campo de cuatro leguas cuadradas, o sea cuatrocientas chacras de veinticinco hectáreas o manzanas cada una, que forman la Colonia General Alvear, su patria, y en unos años más, su propiedad y la felicidad de sus descendientes”.
Inmediatamente organizaron una cabalgata para recorrer la zona, para lo cual fueron elegidos Pedro Schön. Pedro Salzmann, Juan Göttig y Juan Dobler, junto al Intendente de Diamante, el Comisario de Policía, dos señores de la ciudad y el Sr. Nast, que oficiaba de traductor.
Llegando al arroyo Ensenada, límite sur de la colonia, Pedro Salzmann interrogó sobre las propiedades del suelo, por lo que ya estando en la zona, se apearon de los caballos y tomaron muestras del suelo y verificaron el espesor de la capa de humus, y recibieron una explicación de las posibilidades de cultivo que les ofrecía:
Todo el campo es igualmente apto para el cultivo de trigo, maíz y lino. Las zonas más bajas son muy provechosas para la alfalfa, alimento básico para los animales, desecado y enfardado, tiene alta rentabilidad comercial como forraje, además favorece el suelo. Juan Dobler acotó que en Rusia no se dedicaban a ese cultivo porque las praderas volguenses, ofrecían heno en abundancia y en forma natural como alimento de los animales.
Observaron con curiosidad una cueva de vizcachas y al desconocido animal que se asomaba. Ante la pregunta de Göttig, explicaron que no conocían utilidad de este enorme roedor, más bien resultaban dañinos, por los destrozos que hacían en los cultivos.
“El señor Nast les explicó algo más sobre la composición química del suelo y concluyó con las siguientes palabras: Señores míos, ven aquí un suelo agrícola que nada tiene que envidiar al rico y fértil suelo de la zona del río Volga. Aquí como allá pueden ustedes y sus descendientes cultivar trigo sin necesidad de abonar; además tienen aquí un clima que les permitirá tener ocupado el suelo durante todo el año. Después de cosechado el trigo podrán hacer una cosecha de maíz o alguna hortaliza. Dos veces por año podrán tener cosechas de papas. Cinco o seis veces por año podrán entrojar sendas cosechas de alfalfa. Hortalizas tendrán todo el año. Si el cielo les concede salud y vida, podrán con aplicación y ahorro, llegar a ser tan ricos como la gente de la nobleza de Rusia. En pocas palabras, las condiciones de vida aquí, son las mejores que se pueden imaginar.
Ya llegamos al arroyo Crespo. Unos cientos de metros más adelante, está el lugar donde se erigen las instalaciones de la Administración. Los carpinteros constructores estaban atornillando las chapas de cinc sobre los techos. Después de haber visto y evaluado la marcha de la obra, se consideró que en 15 días más, la misma podría ser ocupada. Cumplida esta inspección, el grupo volvió a sus cabalgaduras, porque querían llegar hasta el arroyo Salto que demarca el límite norte de la colonia. Los señores de la ciudad querían aprovechar este tramo para cazar algunas martinetas.
Llegados al arroyo, Salzmann preguntó si había peces en el arroyito. Claro que sí, replicó el señor Nast, pequeños peces entran cuando el río crece, y así durante el año podemos comer ricos y apetitosos pescados, aunque aquí no se dan en cantidad como en el río Paraná.
Así siguieron durante una hora el curso del arroyo Salto hasta llegar a los bosques que bordean y cubren las espectaculares barrancas del poderoso Río Paraná. El bosque cubre un ancho de dos a cuatro kilómetros. Como carpintero en la construcción de carros, Pedro Schön, se interesó vivamente por las distintas variedades de madera, como se denominaban, sus usos y cualidades. Los señores de la ciudad se lo fueron explicando, y los colonos quedaron deslumbrados por la múltiple gama de recursos madereros que había. Esa franja de bosque se la reservó el gobierno, enfatizó el señor Nast, pero eso no impide que de aquí puedan extraer toda la leña y maderas necesarias para ustedes. Más adelante, sería bueno que le compraran al gobierno esos bosques, para impedir que se les adelanten los especuladores en madera y la encarezca. Tendrán que cercar sus propiedades cuanto antes, para eso necesitarán postes que este bosque se los proporcionará si es propiedad de ustedes (…)
El comisario opinó entonces que el estómago tenía sus derechos, pues pararon y todos se apearon. En el lugar había una gran roca y de su base una pequeña vertiente hacía salir agua como de un manantial. Una fresca sombra cubría el lugar, y había dispersos pedazos de roca que invitaban a sentarse; hasta ese lugar llegó el grupo. Aquí el peón acompañante prendió fuego juntando leña del lugar y bien pronto unos costillares de asado comenzaron a expandir ese aromático e irresistible olorcito de carne haciéndose al fuego. Las volutas de humo atrajeron a los hambrientos al fogón (…)
Para finalizar, el Sr. Intendente, quiso brindar un homenaje en el que encerraba sus mejores deseos y sus más cálidos anhelos. Dirigiéndose al Sr. Nast le dijo: _lamentablemente no domino el idioma de los señores colonos, por ello le pido que tenga la amabilidad de traducirles lo que voy a decir… y tradujo:
Señores míos: En este maravilloso templo de Dios que es la naturaleza, donde corren las aguas de uno de los más grandes ríos del orbe, que pasa frente a nosotros, comunicándonos a través del océano con el viejo mundo; aquí nos cubre un diáfano cielo azul salpicado de nubecitas blancas y un hermoso y majestuoso sol que cruza el firmamento; es un digno cuadro para representar la bandera de la libertad que nos procuraron los hijos de este país y que en el día de hoy nos sobrevuela misteriosamente en esta asamblea, donde los fundadores de la prometedora Colonia Alvear, los padres de esta vigorosa y noble generación de hijos, trabajarán juntos en estrecha fraternidad. Van aquí mis deseos de felicidad para esos valerosos colonos, esos pioneros de la noble agricultura y el gran desarrollo del comercio mundial de este acogedor país. Ojala florezca la nueva colonia, que sea el principio de nuevas fundaciones y la bendición para nuestro departamento y nuestro país.
El Sr. Nast, después de haber traducido el discurso, agregó al final: Viva la bandera Argentina. Y todos los argentinos y alemanes venidos de la zona del Volga gritaron entusiasmados: Viva la República Argentina.”
Llegó el momento del regreso. Todos habían pasado una jornada muy divertida.
Los diamantinos programaban un futuro con afortunados proyectos en común, mientras los colonos ansiaban encontrarse con su gente, para contarles todo lo que habían visto y oído durante la excursión.
El traslado definitivo hacia la colonia se produjo el 29 de enero, luego de que los grandes galpones y el edificio de la administración estuvieron terminados. Las autoridades de Diamante decidieron ofrecerles una despedida, organizando una fiesta; se carnearon algunas vaquillas y disfrutaron de un delicioso asado con cuero. El Párroco también se acercó para despedirlos, pero antes los invitó para que todos los domingos se acercaran a la ciudad para cantar la Misa Solemne, como lo habían hecho en los últimos días.
Fin de la Peregrinación. Colonia General Alvear.
En la mañana muy temprano, se reunieron en la plaza de Diamante, donde esperaban cuatro grandes carretas, uncidas cada una por cuatro bueyes. Subieron las mujeres y niños, mientras los hombres acompañaban a pie. En el cruce del arroyo Ensenada, también se acomodaron los hombres sobre las carretas, pues en aquel entonces no había puente, y el agua llegaba hasta los ejes de las carretas. Las ruedas tenían un diámetro de más de tres metros.
Admirando desde una loma el paisaje, semejante a la zona del Volga, algunos opinaron que aquí, todos deberían ser bergseiters*, a lo que replicaron rotundamente los wiesenseiters*, que ellos eran de Mariental, y lo seguirían siendo siempre. Su nueva aldea también se llamaría Mariental (Valle María).