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Fragmentos de nuestra historia – Parte 6

20/07/2020

En la semana de nuestro aniversario queremos compartir con ustedes el relato de distintos momentos fundamentales de nuestra historia como pueblo. Lo haremos a través de fragmentos del libro “La memoria de mi pueblo”, escrito por nuestros vecinos Yolanda Gassmann y José Hermann, y publicado en el año 2011.

Desde la Municipalidad de Valle María queremos expresar nuestro agradecimiento a los autores de este libro. Valoramos su trabajo y su generosidad al compartirlo con toda la comunidad.

En el día de hoy disfrutaremos de la lectura del apartado “Valle María. El destino soñado”

 

VALLE MARÍA. EL DESTINO SOÑADO

El campamento en General Alvear

 

La caravana, viajando entre las suaves ondulaciones, llegó finalmente al campamento de la administración. Los galpones eran amplios, pero aún insuficientes para albergar a tanta gente con comodidad. En un principio se ubicaron dentro de ellos las mujeres y acomodaron todos sus enceres, mientras los hombres, se reunieron en el exterior, analizando la situación y tratando de organizarse.

Hacia el atardecer, aprovechando la última claridad del día, las familias se reunieron alrededor de sartenes y ollas, para saborear su primera comida en la colonia, que las mujeres habían preparado con ingenio y esmero, y pronto buscaron un lugar para poder descansar. Los volguenses tenían experiencia sobre la vida en campamento, porque muchas veces, estando en Rusia, debían trasladarse a las estepas, en épocas de siembra o cosecha, y allí vivían en carpas en situaciones muy precarias. Esa noche, y muchas otras que siguieron, se acostaron en el suelo, uno a continuación del otro, tratando de suavizar el suelo con espartillo, un yuyo que abundaba en la zona. Como era verano, muchos hombres durmieron fuera de los galpones, frescos y bajo el esplendor de las estrellas.

Muy temprano, al día siguiente se reunieron los hombres casados, para deliberar, como lo habían convenido el día anterior.

“Escuchen, gente de la comunidad, dijo Nicolás Gassmann (hijo), hay algunas cosas que debemos conversar antes de que venga el señor Administrador y los funcionarios. Nuestro primer orador debería ser el Sr. Dening, quien al mostrarse dispuesto, comenzó diciendo: _ Señores, mejor nos sentamos en el suelo y quien tenga algo que decir se levanta, así lo vemos y escuchamos. También digo que nadie lo interrumpa antes que haya concluido.

Todos se sentaron en el suelo. Se levantó Pedro Salzmann y dijo: _ Señores, sepan ustedes que un funcionario del gobierno nacional está trabajando en la subdivisión de los campos. Si el agrimensor, con esos dos ayudantes que tiene a su lado, quiere él solo hacer todo el trabajo en dos meses, seguro que no lo va lograr. Pero como la Administración de la colonia y nosotros mismos, tenemos el mayor interés en que los campos sean rápidamente subdivididos, sería conveniente ponernos voluntariamente a su servicio. Los muchachos jóvenes que corten los mojones y les saquen punta, y luego que los trasladen a los lugares que les indiquen, para que no se pierda tanto tiempo. Nosotros colaboraremos en todo lo necesario y así conoceremos nuestros respectivos campos. Los señores de la Administración seguramente no desecharán nuestro ofrecimiento.

Esta propuesta fue ampliamente apoyada y agregada al protocolo.

Luego se anunció Nicolás Gassmann para el uso de la palabra y dijo: _ Nosotros que nacimos y nos criamos en Rusia, viviendo juntos en aldeas, queremos vivir también aquí de la misma manera, debemos decir desde ahora que es ése nuestro deseo. Los de la wiesenseite nos iremos a vivir juntos en una aldea, seguramente los de la bergseite querrán vivir juntos en una o varias aldeas. Se dice que el gobierno argentino exige que cada familia vaya a vivir a su respectiva chacra y se plante en ella. Yo por mi parte, antes de ir a vivir solo con mi familia a un campo grande y desprotegido, prefiero alejarme, dirigiéndome a otro país.

Ustedes, hombres de la comunidad _ dijo Pedro Salzmann_  yo tengo amistad con el señor Kreuzmann (Nast) y este asunto lo hemos considerado muchas veces. Yo le dije en varias oportunidades que nuestra gente no va a ir a vivir separadamente a sus campos, primera razón porque no quiere, y segundo porque durante el día, y especialmente de noche, queremos comunicarnos, queremos conversar. Aparte de eso, si alguien se enferma, queremos juntarnos enseguida para colaborar; también hay, en este país, peligrosos merodeadores que se mantendrán a distancia si vivimos juntos. Y finalmente, queremos vivir cerca de la iglesia y tener nuestra Casa de Dios, en nuestras inmediaciones.

En el momento que otro colono iba a tomar la palabra, se abrió la puerta del galpón y el señor Navarro, con los demás funcionarios, señores Kreuzmann, Hatt, y Basgal, entraron saludando amistosamente a los allí reunidos, ocupando algunas sillas que acercaron.

Después de averiguar cómo habían pasado la primera noche, se levantó Kreuzmann, por encargo del Administrador, y anunció:

Señores, como primera medida, entregaremos ahora a cada jefe de familia una libreta, eso quiere decir un librito con hojas en blanco, donde en la primer página se anotará el nombre del jefe de familia y el de su esposa. En este librito se anotará todo lo que reciba cada familia; sin este librito nada les será entregado. Cada uno podrá ver lo que aquí en la Administración se le anota. El que viva con mesura poco tendrá que pagar después; el que pida mucho fiado, luego tendrá que pagar una deuda grande, y aquel que pida descontroladamente se le cortará el crédito. El apoyo estatal y sus condiciones, ustedes ya las conocen.

Confiamos que el cielo nos conceda sus bendiciones a todos los fundadores de esta colonia, y en pocos años, estarán libres de deudas, serán propietarios y felices colonos.

(…) Debo decirles que el agrimensor llegó muy retrasado y deberá terminar sus trabajos de mensura antes que podamos emprender el reparto de las chacras. Aquí el Sr. Dening pidió la palabra para decir: _ Si nos permite, Sr. Administrador, veo oportuno el tema para hacerle una oferta que ya tenemos convenida entre nosotros, y es la de ponernos a disposición del agrimensor voluntariamente para lograr acelerar los trabajos de la mensura.

Este espontáneo ofrecimiento hizo que los funcionarios se mostraran visiblemente sorprendidos, causando una agradable impresión, especialmente en el señor Navarro.”

Dentro de los galpones se había establecido una especie de almacén donde se podía adquirir, por medio de la libreta, los víveres esenciales para alimentarse. Las mujeres se lamentaban por la falta de telas para renovar el vestuario, poco apropiado para el clima de la región; debían soportar el calor del verano con sus oscuros y pesados trajes y vestidos que habían traído de Rusia.

La actividad era constante en el campamento. Los colonos empezaron a preparar los accesorios necesarios para llevar adelante la siembra. Sabían que recibirían arados y animales de tiro, pero los cabestros, pecheras, tientos, y otros enceres, debían fabricarlos ellos mismos. Organizaron una excursión al monte para el día siguiente y traer la madera necesaria para sus propósitos. Las mujeres, por su parte, reclamaban la atención sobre las necesidades familiares, y la prioridad para ellas era la comida, especialmente el pan elaborado por ellas mismas. Ya habían comenzado con la preparación de la levadura y necesitaban con urgencia que les construyeran hornos y consiguieran leña en el monte.

Bien temprano en la madrugada del día siguiente, incursionaron en el monte y emprendieron la tarea. Entre las maderas seleccionadas se destacaba un lapacho con un tronco de un metro de diámetro, que derribaron y cortaron en círculos de 20 centímetros de espesor. Estos círculos sirvieron para construir el primer carro de cuatro ruedas, que fue hecho totalmente de madera; con la colaboración de carpinteros y herreros artesanos, con muy pocos recursos, consiguieron hacerse de un medio de trasporte, que con el tiempo se fue perfeccionando hasta convertirse en el típico carro ruso, que hasta hoy podemos admirar en algunas casas de Valle María, que lo conservan como una reliquia, y que lo exponen en los festejos del pueblo.