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Fragmentos de nuestra historia – Parte 3

15/07/2020

En la semana de nuestro aniversario queremos compartir con ustedes el relato de distintos momentos fundamentales de nuestra historia como pueblo. Lo haremos a través de fragmentos del libro “La memoria de mi pueblo”, escrito por nuestros vecinos Yolanda Gassmann y José Hermann, y publicado en el año 2011.

Desde la Municipalidad de Valle María queremos expresar nuestro agradecimiento a los autores de este libro. Valoramos su trabajo y su generosidad al compartirlo con toda la comunidad.

En el día de hoy disfrutaremos de la lectura del apartado “En suelo alemán. Primeras noticias de Argentina”

 

En suelo alemán. Primeras noticias de Argentina

Cuando llegaron a suelo alemán se sintieron colmados de sentimientos de alegría y emoción, porque siempre se sintieron hijos de esta patria. Un amplio repertorio de canciones alemanas cantaron en conjunto. Finalmente, el sacristán Dening, entonó el “Grosser Gott wir loben Dich”, el himno de alabanza a Dios, que todos acompañaron con entusiasmo y devoción.

En la estación ferroviaria de Egdtkhunen, tuvieron que trasbordar. Todos bajaron con sus equipajes, y ocuparon sala de espera, pasillos y andenes. Como tenían dos horas de espera, aprovecharon para estirar un poco las piernas, después de tantos días de viaje, y pronto entablaron conversación con los “puebleros”, que se habían acercado con curiosidad, ante la noticia de la llegada de emigrantes alemanes provenientes de la lejana Rusia.

 Fue aquí donde recibieron las primeras noticias sobre Argentina. En sus conversaciones con los lugareños, comentaron que se dirigían a Brasil para cultivar trigo, a lo que todos les aconsejaban que si su vocación era cultivar el trigo, lo más conveniente eran las tierras de Argentina. Brasil era más apto para el poroto (café). Comenzaron las dudas, pero pusieron su confianza en el Buen Dios, que los guíe hasta donde crece el trigo.

Con la orden de abordar el tren, se despidieron, y agradecieron los buenos augurios que les dispensaron los habitantes del lugar.

A la mañana siguiente ya habían llegado a Berlín. Allí, pasaron a otro tren, que los llevó hasta Bremen.

Nicolás Gassmann llevaba una carta de recomendación del párroco de Mariental para el representante de La Unión San Rafael, que los esperaba en la estación terminal y los acompañó hasta el hospedaje previamente contratado. Hubo entonces intercambio de informes, relatos y opiniones. Llamaba mucho la atención, y era cada vez más evidente los testimonios de que Brasil no era apto para la producción de trigo, sino más bien, un país productor de porotos. En cambio, se ponderaba unánimemente a Argentina como país productor de trigo.

Sus días en Bremen los aprovecharon para conocer la ciudad, algunos consiguieron algún trabajo par lograr algún dinero extra. También pasaron por la agencia naviera para adquirir los pasajes. De regreso en el hospedaje, Dening se dio cuenta que los pasajes estaban extendidos a Buenos Aires y no a Río de Janeiro. Los demás revisaron sus respectivos boletos y comprobaron que tenían el mismo error. Inmediatamente se dirigieron a la agencia para aclarar la situación y solicitar nuevos pasajes, pero allí les contestaron que el barco no podía tocar Río de Janeiro porque había una epidemia de cólera.

En realidad, nunca se sabrá los hilos secretos que tejieron el destino de estos emigrantes. Qué personajes intervinieron en las negociaciones entre el gobierno argentino y la empresa naviera que los trajo al Río de la Plata. Según relatos de la época, descubrieron miradas cómplices y sonrisas pícaras del Padre Director del hospedaje y del capitán del barco, seguramente cómplices del engaño.

Antes de embarcarse hacia Sudamérica, todos participaron de la exposición del Santísimo, confesaron y comulgaron en la Santa Misa, e imploraron por un feliz viaje.

La inminencia de tan largo y peligroso viaje, volvió serios los rostros de los viajeros.

El barco zarpó de Bremen, y luego de una escala técnica en Amberes, tomó rumbo hacia la inmensidad del océano.

El largo viaje no estuvo exento de inconvenientes. Tuvieron que soportar un mar embravecido al cruzar el canal inglés y a causa de los vaivenes del barco, la mayoría sufrió la enfermedad del mar. Hubo lamentos entre los niños y mujeres, y hasta los hombres se quejaban. Después de la tormenta, el buen tiempo los acompañó hasta el final del viaje.

Entre los viajeros alemanes había también músicos y en ocasiones hacían presentaciones, acompañando sus canciones con violines, cítaras y trompetas, para gran satisfacción del personal de a bordo.

El 14 de diciembre cruzaron la línea ecuatorial, circunstancia que se festejaba con alegría. Los pasajeros debían recibir el bautismo del Ecuador, que consistía en un buen chorro de agua, que significaba un alivio, debido al calor reinante. El capitán, convidó a los hombres con unos buenos tragos, y el coro, en agradecimiento, cantó la melodiosa canción “Die längsten Iahre” (los años longevos), en tres idiomas, bajo el resplandor de las estrellas.

El viaje transcurrió en un clima inmejorable, sin discusiones ni palabras que pudieran alterar la paz reinante. La bendición y protección de Dios estaba con ellos.

Después de cuatro semanas de navegar, llegó la noticia de que a la mañana siguiente anclarían, y que un pequeño vapor se acercaría para llevarlos a tierra firme. Todos se llenaron de alegría e impaciencia esperando ese momento.

Los pasajeros firmaron una declaración, manifestando su conformidad por la atención recibida y agradecieron al capitán por su trato amable hacia grandes y chicos. Éste, a su vez, los felicitó por su conducta ejemplar, y felicitaba a Argentina por recibir a un grupo tan noble para integrarlo a su población. Y en forma sugestiva, agregó sonriendo: “Cuando ustedes se hayan habituado a su nueva patria, y se sientan felices, acuérdense también del capitán que los trajo hasta aquí”.